Por Félix Betances
La disposición de las autoridades de salud de la Republica Dominicana de
aplicar una tercera dosis de vacunas, ha desatado una serie de conjeturas
en la población, debido a varias situaciones.
En primer lugar, se estima que ningún organismo internacional como la
OMS y la OPS, han determinado mediante estudios científicos, las
condiciones en que se encuentran las personas a las que se les ha aplicado
una segunda dosis de cualquiera de las vacunas en uso; hasta el momento,
lo que ha generado un gran desacuerdo entre facultativos de la medicina
en diferentes estratos y posiciones.
Por otro lado, se estima que alcanzar la aplicación de una tercera dosis,
tendría que depender de la inoculación del total de habitantes de una
zona determinada, pues de lo contrario, se rompería la cadena de la
vacunación, lo que haría inefectivo cualquier esfuerzo que en tal sentido
se realice.
Por ejemplo, en nuestro país, se ha vacunado cerca de un 40 por ciento de
la población con una dosis y cerca de un 25% con la doble dosis; sin
embargo, el avance no ha sido el esperado a pesar de los esfuerzos
encaminados por las autoridades y es que hay cierto porcentaje de los
ciudadanos que por diferentes causas y razonamientos propios, se resiste
a aplicarse las referidas vacunas.
Entonces por lógica se cuestiona, ¿a quiénes se les aplicaría una tercera
dosis y para qué, si hay quienes no se han aplicado la segunda y ni siquiera
la primera?. O ¿se verá compelido el gobierno a establecer por la fuerza la
obligatoriedad de la inoculación?.
No obstante, el Estado está invirtiendo grandes cantidades de dinero en
compra de vacunas, sin tener la seguridad de que podrá vacunar a toda la
población.
Esto debe aclararse y definir en qué pié estamos parados como dice el
refrán popular, para que se eviten los comentarios y desaparezca la
incertidumbre que hasta ahora, reinan en el pueblo llano.
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