𝐏𝐨𝐫 𝐈𝐬𝐚𝐚𝐜 𝐅𝐞𝐫𝐫𝐞𝐫𝐚𝐬

La historia política de la República Dominicana ha estado marcada por la formación y desarrollo de partidos políticos que en sus orígenes estuvieron cimentados en ideologías claras y procesos de formación sólidos para sus militantes. Partidos como el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) no solo fueron vehículos electorales, sino espacios de construcción ideológica y propuestas concretas para el país.

El PRD, fundado en 1939 por Juan Bosch, surgió como una fuerza política de orientación socialdemócrata, con un fuerte compromiso con la justicia social, la democracia y la defensa de los derechos populares. Bosch, reconocido intelectual y líder, promovía un proyecto de país basado en la inclusión, la equidad y la participación ciudadana activa. Para ingresar y participar en el PRD, existía un proceso de formación política que buscaba educar a los militantes en los valores y principios del partido, fomentando un compromiso genuino con la transformación social.

El PLD, fundado en 1973 también por Juan Bosch tras su salida del PRD, nació con una base ideológica inspirada en el pensamiento progresista y una visión de desarrollo nacional sustentado en la justicia social y la modernización del Estado. Bosch y sus seguidores impulsaron una formación política que enfatizaba el estudio, la reflexión y el compromiso con un proyecto de país a largo plazo. El PLD fue concebido como un partido de vanguardia, con estructuras internas que promovían el debate y la disciplina política.

Por su parte, el PRSC, heredero del movimiento político de Rafael Leónidas Trujillo, se consolidó como un partido con una ideología conservadora y nacionalista. Bajo el liderazgo de Joaquín Balaguer, el PRSC representó una continuidad del autoritarismo con ciertas aperturas democráticas, y aunque su formación política no fue tan ideologizada como la del PRD o el PLD, sí contó con un liderazgo que proyectaba una visión de estabilidad y orden para el país.

Estos partidos, en sus inicios, no solo tenían ideologías definidas, sino que sus integrantes pasaban por procesos de formación política que fortalecían la identidad partidaria y el compromiso con un proyecto común. La política era entonces vista como un servicio a la nación, un espacio para construir y defender ideas y valores.

Sin embargo, con el paso del tiempo, la política dominicana ha experimentado una degradación significativa. Hoy en día, la mayoría de los partidos políticos parecen haber perdido su esencia ideológica, convirtiéndose en meras máquinas de poder donde el objetivo principal es alcanzar cargos y beneficios personales. La ideología ha sido desplazada por el pragmatismo oportunista, y la política se ha transformado en un campo para el lucro y la acumulación de poder.

Esta situación ha generado que los partidos acepten a cualquier persona, sin importar su coherencia o compromiso con los principios que alguna vez defendieron. El transfuguismo ha crecido exponencialmente, con políticos que saltan de un partido a otro según conveniencia, sin lealtad ni proyecto político real. Esta práctica erosiona la confianza ciudadana y debilita la institucionalidad democrática.

Además, los recientes procesos de renuncias masivas a partidos no responden, en su mayoría, a convicciones políticas o a un deseo genuino de cambio en favor de la sociedad, sino a intereses personales y estrategias individuales para preservar o mejorar posiciones de poder. No juzgo esta conducta, pues es un reflejo del ambiente político generalizado, donde la descomposición y la falta de ética se han vuelto la norma desde los niveles más altos hasta los más bajos.

Esto nos deja claro que el problema no son los los partidos políticos sino muchos de sus dirigentes y militantes por lo antes ya expuesto. La democracia en nuestro país es una democracia partidaria, esta basada en los procesos electorales  y estos se sustentan en los partidos políticos.  Por eso siempre he dicho que no podemos apostar a la desaparición de ningún partido de peso, como en este caso el PLD, pues el mismo sirve de contra peso al gobierno al igual que la FP.