De partido hegemónico a crisis interna
El Partido de la Liberación Dominicana va derecho a la autodestrucción, y eso es una tragedia para la democracia dominicana. Además de acreditar una gran obra de gobierno que transformó el país y sentó las bases para el estado de crecimiento, progreso y estabilidad del que hoy disfrutamos, es la organización política con más fuertes y profundas raíces en la sociedad.
Cuenta además con lideres con enorme arraigo como Danilo Medina, estrellas en ascenso como Juan Ariel Jimenez, Johnny Pujols y Zoraima Cuello, dirigentes contrastados como Margarita Cedeño, Francisco Domínguez Brito y Charlie Mariotti, y con reconocimiento nacional como Gonzalo Castillo y Abel Martínez. Y de cara al proceso electoral que se avecina, emerge un proyecto presidencial que despierta esperanzas en sus bases como el de Francisco Javier García.
Sin embargo con la decisión de escoger un único aspirante presidencial en marzo del próximo año para refrendarlo en una asamblea de dirigentes a finales del veintisiete, el PLD no sólo viola la ley, sino que además estaría cometiendo un error estratégico que podría resultar en una nueva división políticamente mortal.
Quienes justifican esta intención alegan que se hizo antes, en el veintidós, pero a diferencia de aquel momento en que más que consenso existía unanimidad absoluta entre los actores del proceso, en la actual coyuntura sólo uno de los presidenciables peledeistas está de acuerdo con el adelantamiento del proceso.
Otro aspecto diferencial con el pasado es aquella burla de la ley contó con la indulgencia y colaboración de la Junta Central Electoral, que con el beneplácito de la sociedad se hizo de la vista gorda y hasta colaboró con el montaje de la consulta, bajo el entendido que ese partido aún se recuperaba de una cruenta división y que asistía a una contienda electoral con manifiestas desventajas a nivel presidencial. Lo que tampoco ocurre ahora, que las fuerzas sociales muestran su inconformidad con el proselitismo a destiempo, y el órgano electoral expresó su desacuerdo con el adelantamiento de los procesos internos.
Además, la efectividad de aquella estrategia de escoger un candidato con antelación para supuestamente mitigar desventajas con relación a los aspirantes de los demás partidos ya se comprobó, y el resultado fue diez por ciento y un tercer lugar.
Lo que conviene en este momento al Partido de la Liberación Dominicana es que múltiples aspirantes en todos los niveles de elección recorran la geografía nacional, que esos proyectos activen las bases y la dirigencia, para luego ir a un proceso competitivo que genere la atención del país y de donde surjan candidatos con legitimidad y empuje de cara a los procesos de febrero y mayo del veintiocho.
Pero desde que hace unos años el grupo hegemónico de ese partido decidió aplicar el centralismo democrático e imponer sus criterios a las minorías, y de error en error vienen cayendo en un laberinto cada vez más oscuro y con menos esperanzas de ver la luz.
Repiten el mismo patrón a pesar de los continuos fracasos. Lo que obliga a recordar aquello de la relación entre la locura y la espera de resultados distintos repitiendo exactamente lo mismo.
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